Vistas de página en total

viernes, 2 de noviembre de 2012

Obama antes de Obama



Antes de que Barack Obama soñara siquiera con ser el primer presidente afro-americano de la historia de Estados Unidos, escribió un libro (Los sueños de mi padre) dónde honraba la memoria de su padre, originario de Kenia, que lo había abandonado cuando Obama sólo tenía dos años.
Este fragmento que hemos seleccionado está extraído del primer capítulo del libro titulado “Los orígenes”.

“El hecho de que mi padre no se pareciera en nada a la gente que me rodeaba – que fuera tan negro como un tizón, mientras que mi madre era blanca como la leche – no me supuso quebradero de cabeza alguno.
De hecho, sólo recuerdo una historia que trata abiertamente del tema de la raza. Conforme fui creciendo se fue repitiendo más a menudo, como si plasmara la esencia del cuento moralizante en que se había convertido la vida de mi padre. Según esa anécdota, mi padre había ido a reunirse, después de haber estado estudiando durante muchas horas, con mi abuelo y varios amigos en un bar de Waikiki. Todo el mundo allí estaba alegre, comían y bebían al son de una guitarra snack-key, cuando abruptamente, un hombre blanco le dijo al camarero, en un tono lo suficientemente alto como para que todo el mundo lo oyera, que él no tenía porqué estar tomándose una copa “al lado de un negro”. En la sala se hizo un profundo silencio y la gente se volvió hacia mi padre esperando que hubiera pelea. Por el contrario, mi padre se levantó, se le acercó y, sonriendo, empezó a sermonearle sobre el disparate de la intolerancia, la promesa del sueño americano y los derechos universales del hombre. “Aquel tío se sintió tan mal cuando Barack terminó”, decía el abuelo, “que se metió la mano en el bolsillo y le dio a Barack cien dólares allí mismo. Dinero que sirvió para pagar todas las copas y puu-puus (aperitivos, en Hawai) que tomamos esa noche, y también para lo que faltaba del alquiler mensual de tu padre”.
Durante mi adolescencia llegué a tener dudas sobre la veracidad de esta historia y la aparqué junto con las demás. Hasta que recibí una llamada telefónica de un japonés americano que afirmaba haber sido compañero de clase de mi padre en Hawai, y que ahora enseñaba en una universidad del medio oeste. Fue muy amable, dijo sentirse un poco incómodo con su atrevimiento; me explicó que había leído una entrevista mía en un periódico local y que al ver el nombre de mi padre le vinieron un montón de recuerdos. Más tarde, durante el curso de nuestra charla, repitió la misma historia que mi abuelo me había contado: la de aquel blanco que había intentando comprar el perdón de mi padre.
“Nunca olvidaré aquello”, me comentó por teléfono, mientras percibía en su voz el mismo tono que le había escuchado al abuelo tantos años atrás, aquel anhelante tono de incredulidad, y de esperanza”.

(Los sueños de mi padre, Barack Obama, Almed, 2008, pp. 10-11)

No hay comentarios:

Publicar un comentario