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jueves, 16 de junio de 2011

La Alhambra, por Robert Irwin



Uno de privilegios de haber escrito este libro sobre la Alhambra es que, una vez publicado, me ha permitido volver en sucesivas ocasiones a visitar el monumento. Desde que el libro se editó por vez primera, he tenido ocasión de hablar sobre el monumento granadino en varias ocasiones más: dos veces en sucesivos programas de radio en Inglaterra, una vez en un programa de televisión y en dos ocasiones más en cruceros transoceánicos. En cada una de estas ocasiones me pareció estar volviendo al paraíso. Como consecuencia, tengo que decir que estoy profundamente agradecido a quienes me invitaron por haberme permitido volver a este paraíso terrenal que es la Alhambra. Tengo que agradecer igualmente a mis editores españoles, a la editorial Almed, por la bella edición que han preparado de mi libro. La edición original en inglés, de la editorial Profile, contenía reproducciones de imágenes en blanco y negro en baja resolución, pero la nueva versión llevada a cabo por Almed incluye, además de magníficas fotografías, imágenes de artistas de la talla de James Cavanagh Murphy, John Frederick Lewis, David Roberts y Henry Regnault. En este sentido, si hubiera conocido antes lo que ahora sé acerca de los pintores orientalistas españoles me hubiera gustado haber incluido en el libro referencias a algunos de sus miembros más notorios como Marsal o Fortuny.

No quisiera presumir, pero en una ocasión como está no veo porque no lo voy a hacer. Mi libro sobre la Alhambra es extraordinariamente original. No creo que haya un libro de arquitectura como este. No quise escribir una historia más o menos académica de la arquitectura del monumento. En lugar de ello, mi intención era escribir un libro para el hiperactivo, intelectualmente hablando, turista que recorre las estancias y jardines de la Alhambra y que no para de murmurar para sí mismo: “Si, si, vale, todo esto es muy bonito, de acuerdo, pero ¿qué quiere decir esto?, ¿con qué finalidad se construyó?, ¿cómo vivían aquí?, ¿quién lo levantó?, o ¿que vocabulario utilizaban aquellos que lo vieron en época medieval para describirlo?”. Y, claro, estas no son precisamente cuestiones fáciles de responder.

Uno de los motivos por los que resulta difícil saber cómo vivían en la Alhambra es que algunas de sus estancias han sido reconstruidas y transformadas sucesivamente – en parte, después de que fuera ocupada por los cristianos tras la toma de la ciudad, y en parte debido a la incompetencia de los restauradores y arquitectos de los siglos XIX y XX, pero también, no lo olvidemos, porque ha sido adaptada para facilitar el incesante flujo de turistas que la visitan. En temporada alta pueden visitarla unos 6.000 turistas al día, y podrían hacerlo más personas si no fuera por el control de visitas que existe. Todo esto forma parte de su historia. Los orientalistas del siglo XIX y los turistas del siglo XXI son tan parte de su historia como lo fueron los reyes nazaríes y visires del siglo XIV. No obstante, no deja de ser curioso que cinco de los siete palacios originales no existan hoy día, aunque, esa es otra historia.

Un paraíso en la tierra…El sitio es maravilloso y nos sugiere un pasado de lujo y opulencia. Lo sorprendente es que el edificio fue construido por esclavos en un momento de pobreza, de continuas guerras, desastres y sangrientos enfrentamientos políticos. Es por eso por lo que hace algunos años cuando fui invitado por el British Museum a dar una conferencia sobre la Alhambra titulé mi presentación “El cuento de hadas del Palacio de los filósofos asesinos”. Ningún arquitecto, tal y como hoy día entendemos por este oficio, participó en la concepción de la Alhambra. Este trabajo parece que lo asumieron un grupo de poetas sufíes y filósofos que a su vez fueron ministros al servicio de los reyes nazaríes de Granada. De entre este grupo de eminentes eruditos hay dos que sobresalen por encima de los demás: Ibn al-Jatib e Ibn Zamrak. Estos, además de hombres de letras, fueron los instigadores de asesinatos políticos, y ellos mismos, más tarde, morirían asesinados. Ibn Zamrak estuvo implicado en el exilio, y posterior muerte en una prisión de Fez, del polígrafo y su antiguo maestro Ibn al-Jatib; más tarde, sería el propio Zamrak quién moriría asesinado, junto a algunos de sus hijos, en presencia de su esposa en su casa de la Alhambra. Otro dato: siete de los nueve reyes de Granada también fueron asesinados. Granada, en los tiempos de máximo apogeo de la Alhambra, era como el Iraq bajo dominio del partido Baaz de Sadam Hussein, pero mucho menos inestable. Los palacios de la Alhambra son espléndidos pero esconden una siniestra historia.

La Alhambra no está formada por un solo palacio, son varios palacios. Uno de los más bellos y lujosos de sus palacios, el llamado Palacio del Patio de los Leones, podría no tratarse de un palacio sino que habría sido una madrasa levantada para el estudio del Corán. Pero esto no deja de ser una mera suposición y quizás no sea cierto, a pesar del gran parecido que guarda este edificio con algunas madrasas marroquíes del mismo período. En mi libro trato de dar cuenta de la influencia de las matemáticas en el diseño y la decoración del monumento, y también de la influencia de la mística sufí. La influencia de las matemáticas me resultó más difícil de estudiar ya que no tengo una buena cabeza para la geometría; en el caso de la mística, debido a los estudios en mística sufí que recibí en mi juventud, no tuve muchos problemas para encontrar su conexión con las matemáticas.

Si alguien quiere contemplar la Alhambra de verdad debería hacerlo sentado en uno de sus jardines a media noche. No creo que sea una buena idea hacerlo mientas pasea por sus estancias bajo un sol abrasador. Sentarse en el suelo para contemplarla sería lo normal pues así lo hacían sus moradores en el siglo XIV. Hay que pensar que en ese siglo no había muchas sillas en la Alhambra. Los pintores orientalistas del siglo XIX gustaban de dibujar a los árabes de la época tumbados en el suelo sobre grandes cojines, escuchando música, jugando al ajedrez, y así sucesivamente, bajo brillantes cielos azules.

Los períodos almahode y nazarí fueron aquellos en los que los moradores del palacio granadino llevaron una vida más intensa fuera de sus murallas, luchando, cazando, y preocupados en controlar la expansión de sus dominios. Durante el día apenas tenían tiempo para descansar. No había comedores en la Alhambra y lo normal era que comieran fuera. Solían volver al palacio con la caída del sol, por lo que creo que los fabulosos trabajos de estuco, las muqarnas, y la decoración de sus paredes y techumbres estaban hechos para ser contemplados a la luz de las candelas que alumbraban las estancias. Si aún no ha visto la Alhambra por la noche, apresúrese a vivir esta experiencia cuanto antes.

A pesar de todo su exotismo, a la filosofía sufí que inspiró su construcción y a los curiosos trabajos de caligrafía tallados en sus paredes, la Alhambra no deja de ser una buena muestra de la cultura europea. De hecho, se puede considerar tanto un palacio europeo como musulmán (y con esto no me quiero referir sólo al espléndido Palacio de Carlos V que fue insertado en su estructura, y en el que hoy nos encontramos). De manera sorprendente, sólo el patio de los Arrayanes, el Patio de los Leones y sus estancias anexas se han conservado de la estructura original del complejo palaciego medieval. El entusiasmo de los Reyes Católicos en primer lugar, y más tarde de su nieto Carlos V, parece tener mucho que ver para que esto haya sido así. Los monarcas católicos sentían una especial admiración por lo que habían arrebatado a los musulmanes. Siglos más tarde, la salvación de los palacios de la Alhambra de la dejadez en la que se encontraban y del uso industrial que lo amenazaba se debió al entusiasmo de los escritores románticos, a los pintores orientalistas y a turistas apasionados. Entre los escritores hay que destacar a Chautebriand, a Víctor Hugo y a Washington Irving. Entre los pintores, John Frederick Lewis, Regnault, Gérôme y Fortuny. Entre los turistas me incluyo a mí mismo.

La herencia de la Alhambra forma parte de la turbulenta historia de España. Durante el siglo XX fu objeto de agrias polémicas identitarias entre monárquicos, republicanos y fascistas. En Gran Bretaña ejerció una considerable influencia en la arquitectura y el diseño victorianos. En Francia e Italia fue modelo para impresionantes decorados de fantasía romántica. La Alhambra ha sido objeto de cientos, quizás de miles de pinturas en el siglo XIX. En la iconografía occidental la exótica estampa de la Alhambra ha servido de inspiración para la reproducción de los palacios de Salomón, Herod, Harún al-Rachid o Saladino. El palacio también ha sido protagonista en novelas, poemas y partituras musicales. Es conocida su influencia en los diseños del artista alemán M. C. Escher y en el pensamiento del arquitecto francés Le Corbusier. Ha servido también como escenario de películas como Los siete viajes de Sinbad, El viaje de Sindbad, y más recientemente, de la producción de Ridley Scott El reino de los cielos, una película sobre las cruzadas en el siglo XII en Palestina, donde Saladino vivía en un palacio con claras reminiscencias del palacio nazarí. Seguro que el equipo de diseñadores de Ridley Scott visitó antes el palacio granadino cuando pensaron en levantar los decorados de la película.

Robert Irwin

(Presentación pronunciada por Robert Irwin en la Sala de conferencias del Palacio de Carlos V de Granada el 6 de mayo de 2011)

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